miércoles, 6 de octubre de 2010

En los brazos de Morfeo..

De pequeña siempre leí cuentos para irme a dormir, había días en los que no podía leer ni siquiera cinco páginas, sin embargo había otros en los que tres cuentos no daban abasto para hacerme dormir. Leer invariablemente me produce un sueño más placentero al dormir y siempre he amado dormir.

Románticos, de aventura, clásicos, dramáticos, de terror, cualquier tipo de lectura era bueno, pero amaba especialmente los de fantasía. Me encantaba pensar que alguna vez los personajes de los cuentos existieron y que antes de dormir me miraban desde su mundo acompañados de algunos de sus amigos y les contaban historias de cómo algún día conocerían a esta simple mortal.

Todos los días era una historia diferente (Peter Pan, Hércules, Pinocho, Anastasia, Mobydick, Tom Sawyer, El señor de los anillos, Los tres cerditos, la sirenita, Las crónicas de Narnia, Harry Potter, la isla del tesoro, un capitán de quince años, Mujercitas, El principito, etc.), no me gustaba repetirlas aunque en verdad tenía mis favoritas. Cada noche tomaba el libro que correspondía de mi modesta pero amplia biblioteca y me aventuraba a explorar nuevos mundos, nuevas texturas, olores, colores y sabores.

En una de mis noches más tranquilas en el momento en el que dormitaba ligeramente mi mente comenzó a preguntarse cómo lográbamos soñar y momentos más tarde apareció un joven con alas y apariencia tierna, se veía un poco cansado, aunque se apreciaba alegría en su semblante.
Se acercó y me platicó que se llamaba Morfeo y que su trabajo desde la eternidad era penetrar en los pensamientos de cada persona e inducirle el sueño, luego de conseguir eso debía de borrar la imagen de su persona e ir a donde el próximo ‘‘paciente’’ (claro que siempre hay personas que se dejan llevar facilmente y otras que simplemente no les gusta ceder).

Ahora concentrándonos en mi, le rogué que no me borrara la memoria, quería al menos poder decirle a alguna persona que había conocido a Morfeo y que lo vería todos los días de mi vida, hablaría con él, nos divertiríamos, nos haríamos buenos y fieles amigos. Él accedió a una parte de mi petición, no me borró la memoria, pero si me hizo jurar que jamás hablaría con nadie (excepto contigo) acerca de su existencia y de la misión que llevaba a cabo a diario.

Lo he visto muchas noches y una que otra tarde, pero lo que más me importa es que al dormir siempre termino en los brazos de Morfeo.


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