martes, 26 de octubre de 2010

Una hoja cayó..

Un bello amanecer adornó mi dia, todo parecía de película, el sol, el rocío, las rosas en mi ventanal. Me levanté temprano y salí a buscarte mi amor; fui a tu encuentro y te miré fijamente a los ojos con todas las ganas del mundo de gritarte cuanto te amo y todo el tiempo que lo he ocultado hasta del más leal de mis amigos.

Tu semblante y el mío estuvieron conectados por unos segundos como por medio de una electricidad que te obligó a acercarte a mí y preguntarme cómo estaba, lo cual me hizo sonreír como tonta y responderte de inmediato. Hablamos unos segundos y luego te marchaste a clases, parecía que en ese dia viste algo diferente en mi que no habías notado antes, y me alegro de que lo hayas hecho.
Después de clases me buscaste para que nos fuéramos juntos a casa y la verdad me sorprendió muchísimo. Hablamos tanto y de tantas cosas en el camino que cuando llegamos a la puerta de mi casa duraste al menos una hora para irte, y lo hiciste porque tu madre llamó, ya que ninguno de los 2 nos percatamos de cuánto tiempo llevábamos ahí.

Así sucedió el resto de la semana, del mes siguiente, del otro y un poco más. Yo estaba impactada por tu cambio repentino, sentía que cada dia me acercaba más a ti y mi anhelo de que te convirtieras en algo más que un amigo lo veía próximo a volverse realidad. Me tratabas como reina en palacio y yo no veía la hora en que te animaras a dar el siguiente paso.

Mi desesperación comenzó a acrecentarse en las semanas siguientes porque ya no permanecías tanto tiempo en mi casa, no hablábamos tan frecuentemente y ya muy pocas veces me acompañabas a casa. ¿Qué te pasaba? ¿Por qué el cambio tan de repente? el cambio fue de un extremo a otro tal cual lo hiciste cuando comenzamos a hablar.

Duramos un par de días sin dirigirnos la palabra prácticamente, me dolía, me dolía bastante ver que me pasaras por el lado a veces y ni siquiera te percataras de ello, ahora vivías en tu propio universo paralelo. Hasta que un dia tomé una decisión, si tu no ibas a buscarme ni hablarme más yo lo aceptaría, pero no sin una buena explicación primero.


Me dirigí hacia donde tus amigos y pregunté por ti y ellos me dijeron que estabas en el parque debajo del árbol que juntos escogimos para desahogarnos siempre que lo necesitáramos o simplemente para estar solos. Corrí hasta allá esperando encontrarte solo, pero desafortunadamente para mi no fue así.


Allí estabas con ella, la dueña de tus actos y pensamientos, ¿cómo lo sé? Por la cara de bobo que tenías, la mirabas de una forma en la que nunca te había visto, tu actitud era diferente a la de siempre, te veías ido. Le diste un abrazo que aunque quiera jamás podré olvidar, desde lejos pude percibir la conexión entre tu alma y la suya, haciendo así que la mía se destrozara en pedazos.

No pude evitar que mi rostro se llenara de lágrimas, las que transmitían la pureza e inocencia de mis sentimientos y que a su vez humedecían todo a mi alrededor. El dolor que causó esa escena en mi es innombrable, pero ver tu cara al percatar que yo los observaba desde la distancia hizo florecer sentimientos encontrados, quería irme, pero tu cara desconcertada hizo que me quedara allí. La dejaste sola y corriste a mi encuentro, yo también corrí, pero me alcanzaste, no quería verte ni escucharte ni hablarte, sólo quería alejarme de ti. Me sentía traicionada, en todo el tiempo en el que convivimos nunca la mencionaste como más que una amiga y de repente desapareciste y eso fue todo lo que supe.

Llegaste hasta donde estaba y me abrazaste, juraste que todo había sido un malentendido, secaste mis lágrimas y me miraste profundamente a los ojos como solías hacerlo. Me pediste una oportunidad para explicarme y te la di; dijiste que ella era la más cercana de tus amigas, que con ella planeabas cómo conquistar mi corazón y poderme expresar lo que sentías por mi (yo no te creía), te acercaste y me besaste dejando plasmado en mis labios una pequeña fracción de ese amor. Te golpeé y salí huyendo, pero me volviste a atrapar.

Me juraste no soltarme hasta que me diera cuenta que lo nuestro era amor eterno, me confesaste que desde el dia en que nos conocimos quedaste flechado y que tu amiga sólo te había intentado animar a confesármelo. Vi la verdad reflejada en tus ojos y cuando terminaste de hablar, te besé intensamente queriendo demostrar que desde siempre te amé y ese dia nuestro amor se selló al ver cuando justo después del beso una hoja cayó, tal como el dia en que nos conocimos.


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