Conocí la luz al final del túnel, el mejor de los momentos, tu eterna compañía me llenaba de vida. El soplo del viento junto al mar me hacía vivir. El amanecer y el ocaso se unían en una solemne canción para alegrarme aún más, la naturaleza parecía estar al pendiente de cada uno de mis pasos y a ti te veía al despertar en mis mañanas y al dormir en las noches, pero ¿quién eras?, realmente nunca apareciste en concreto, solo veía tu silueta. ¿En verdad existía alguien con el cual sentirme complementada y plena? Creo que no, pero aún no estoy segura.
Vivía pensando en dónde te conocería, cuándo y por qué, intentaba visualizar cómo serías, imaginaba un día perfecto junto a ti y debido a ello no disfrutaba al máximo siempre de lo que tenía ante mis ojos, tal vez el ligero grado de esquizofrenia que poseo me ayudaba a escapar al mundo a donde pertenecías con mayor facilidad y ausentarme por periodos indeterminados de tiempo de la realidad. Y luego de pasar varios días excluida del mundo en meditación profunda concluí que simplemente me había enamorado del amor de una forma tan elaborada y fantasiosa que a fin de cuentas no te sé decir si alguna vez exististe o fui yo quien te inventó.