domingo, 30 de marzo de 2014

Olas que no regresan...

Las cálidas olas del mar fueron las que arreglaron nuestro encuentro. Un día de agosto cuando el agua a penas rozaba nuestros cuerpos, nos tropezamos agradablemente. Tu tan galante pediste disculpas por tu descuido, pero agradecías a la luna por tan grata oportunidad, por tan hermosa coincidencia.

Tu pelo negro como el azabache y largo como mis días sin ti, ondeaba libremente con el viento. Tus ojos color miel deslumbraban belleza y seguridad, fiereza y ternura. Tus labios capaces de embriagar de amor a cualquiera que los tocara, podían también llenar del más dulce y letal veneno al corazón que se le acercase. Tu picardía y sinceridad hacían el dúo perfecto, contagiando de pensamientos impuros a los ángeles y demonios que vivían en mí.

No nos resistimos y con notable pasión procedimos a unir cada partícula de nuestros cuerpos de una forma tan pura y bestial, tan salvaje y tierna que todos los seres del universo sintieron envidia en ese momento. Dejamos salir nuestro instinto animal y fuimos uno con la naturaleza.

El mar seguía ahí, haciendo eco de nuestra unión, tapando con su oleaje nuestra desnudez de alma, nos dejamos arrastrar por la locura, quedamos tumbados en la arena y respiramos el salado aroma del amor. Me mirabas con deseo, pero en tus ojos se veía un dejo de culpa. Aún cuando tus ganas de estar conmigo eran más que evidentes, tus manos gritaban que debías marcharte.

Diste las gracias por haber conocido por fin a alguien capaz de amar sin restricciones, sin condiciones, sin prejuicios, sin medida y te fuiste dejando atrás al ser desalmado que una vez pudiste ser; comprendiendo que el amor es capaz de nacer en un segundo y que así mismo puede morir en dos.

Me quedé observando el atardecer bañado en sueños, viendo surgir nuevas olas que traían nuevos amores, nuevas ilusiones, mas éstas no me tocaban, no llegaban ni siquiera cerca. Te habías llevado mi ola antes de irte, y con ella el sabor de lo que sería amar a alguien más. No conocería lo que significaba besar otros labios y morir en un éxtasis de cariño y pasión. No sabría lo que era entregarme a alguien sin esperar nada a cambio. No sabría estar con nadie sin pensar en ti.


Esperanzada volví incontables veces al mar, esperando que aunque fuera por compasión un día regresaras mi ola y me dejaras amar otra vez, amar a alguien que si habría de corresponderme y no momentáneamente, sin embargo con el pasar del tiempo el agua de la vida solo acabó con mi sed de amar.



3 comentarios: