miércoles, 13 de junio de 2018

Arena y sal


Amaneceres y ocasos la arrastraron a la playa, lugar que la vió nacer. Se tendía en medio de la arena y jugaba con las olas coquetas llenas de espuma, mientras las nubes le sonreían y los caracoles posaban para adornar la vista. Así pasó mucho tiempo, hasta que un día paró de jugar, de sonreír, de vivir.

Se tendía por igual sobre la arena, sin embargo las olas no se acercaban y los caracoles se escondían. Iba diariamente al mismo lugar, esperando que todo volviera a ser como antes, pero cómo podía serlo si ni siquiera ella era la misma, la decepción la había consumido. Lucía había sido defraudada por su mejor amiga, quien reveló su secreto y con ello puso fin a su amistad. Un minuto fue capaz de acabar con once años de amistad.

Lucía no se parecía a los demás en muchas cosas, pero había una en particular de la cual solo Amanda sabía y no supo contenerlo, el morbo se apoderó de ella y la hizo hablar. No comprendía por qué Lucía era diferente, por qué le gustaban cosas diferentes, por qué pensaba diferente…

Su secreto se siguió divulgando por toda la comunidad y rápidamente muchos comenzaron a verla de manera aprensiva, como si fuera una extraterrestre. Unos pocos se sintieron identificados y le dieron su apoyo y quisieron brindar su amistad, a ellos también los trataban como si no pertenecieran al mundo. Pero la tristeza de Lucía tras la traición de Amanda sobrepasaba cualquier otra cosa, cualquier halago, cualquier insulto.


La playa siguió siendo su lugar de refugio, ahí se sentaba largas horas a mirar el vaivén de las olas, a contemplar las nubes apuradas que recorrían el cielo con cierta prisa y a respirar el salitre que alguna vez se convirtió en su aliento, allí con una mezcla de arena y sal enterró todas sus penas…



Fragilidad

Tras la mezcla de sol, espumantes y un éxtasis faltante, Amelia decidió volver a casa. Estaba cansada de repetir la misma rutina todos los días sin encontrar algo diferente, sin ver ningún cambio. Sin embargo, la tarde del sábado transformó lo anterior con un simple tropiezo que significaría un giro inmenso en su vida.

Ella podía llegar a ser bastante torpe con su cuerpo, pero funcionó por primera vez a su favor al chocar con Daniel, el chico educado con el que toda mujer desea terminar relacionada. Amablemente pidió disculpas, aún sin ser culpable de lo sucedido, Amelia procedió a hacer lo mismo al tiempo en que se sonrojaba. Dijo no haberla visto antes por los alrededores. Amelia no era de mucho salir de casa y Daniel tampoco, sin embargo sus amistades y el renunciar a lo cotidiano lo llevaron justo ese día a la cafetería donde se encontraron. ´´Train´´ era el nombre, curioso, muy curioso, ya que se convertía en el lugar donde se transportaban múltiples conversaciones, donde se dejaban las cargas emocionales, y donde se compraban tickets de esperanza y amor.

Amelia y Daniel quedaron de verse al día siguiente y al ella ser enferma con la puntualidad, llegó una hora antes. Fue varias veces al espejo a revisar que todo estuviera en orden, que no hubiera pintalabios en los dientes y que no estuviera transpirando más de la cuenta. A las tres en punto, Daniel hizo su entrada por la puerta con una rosa pálida en la mano. A Amelia no le gustaban las flores, pero apreció el gesto. Hablaron como si se conocieran de toda la vida, las cosas fluían perfectamente. Tenían sorpresivamente los mismos gustos y era tan perfecto que les parecía extraño. Continuaron viéndose por tres semanas y cada vez más deseaban formar parte de la vida del otro. Hasta que llegó el 17 de mayo, ese fue el segundo día más amargo de la vida de Amelia.


Daniel, quien se había robado su aliento, sus noches y sueños, tenía cáncer, intratable, incurable, inevitable, inconcebible para Amelia, siempre pensó que tanta perfección era imposible, pero jamás imaginó que su tren ya tenía una última parada. Pasaron las siete semanas más increíbles de su vida amando sin límites, disfrutando sin pensar en el después, siendo uno desde el amanecer hasta el ocaso y en la madrugada del 5 de julio Daniel partió, llevándose consigo memorias irremplazables, un amor puro y un corazón que jamás lo habría de olvidar…



lunes, 21 de mayo de 2018

Desvanecida

Al caer la tarde de aquella primavera todo cambió, el frío arropó los campos y el silencio invadió los rincones. Las hojas que antes danzaban con el aire permanecían inmóviles, las gotas de lluvia que jugaban en las ramas de los árboles caían directamente en el suelo, retumbando en la tristeza del ambiente, los pajaritos que con su canto endulzaban a quien escuchara permanecían silentes. Ahí yacía ella, estática, mojada con el rocío de amores marchitos, de sueños incumplidos, de esperanzas rotas.

Con los ojos abiertos que denotaban que su alma había escapado hacía días. Tan helada como el corazón del que susurra un "te amo" sin sentirlo, tan ausente como la alegría al llegar el lunes luego de haber gastado los ahorros, tan insignificante que ni los gusanos notaron su existencia. Ahí estaba ella, tendida en el olvido de aquel parque extinguiendo cada recuerdo, cada memoria, cada esfuerzo, cada respiro. Allí  en medio del bullicio emergido del silencio ella se desvaneció...