lunes, 2 de mayo de 2011

A veces las píldoras no son suficientes..

A veces las píldoras no son suficientes para borrar las cicatrices de la vida, los momentos amargos, nuestro pasado y todos los errores cometidos. Recuerdo perfectamente mi niñez y juventud; cuando corría por allí sin darle demasiada importancia a las cosas y cuando la inocencia recorría todo mi cuerpo y relucía a flor de piel; esto fue así hasta el día en que ella apareció y se robó mi paz.

La conocí cuando tenía apenas seis años y nos hicimos excelentes amigas, el tiempo continuó transcurriendo y con el paso de los años nos hicimos más cercanas. Cuando cumplí los trece años quiso darme un obsequio inolvidable (vaya que lo fue).

Me llevó a su habitación a escondidas y cerró la puerta con llave. Procedió a mirarme de forma extraña y dijo que me enseñaría algo que sólo los ‘‘grandes’’ hacían, debía de hacer lo que ella me pidiera y me hizo jurar que no le comentaría a nadie. Se acercó y me tocó los senos, luego abrió mi camisa y después me la quitó, (parecía fascinada y excitada con esto) yo estaba petrificada.

Después de varios minutos tocándome, se acercó un poco más y adentró su mano en mi falda, a lo que reaccioné bastante incómoda y alterada. Ella dijo que al ser mi primera vez era algo normal, pero que después de poco la molestia pasaría (cosa que no ocurrió). Volvió  a introducir su mano en mi falda y dijo que mientras más doloroso fuera, mayor sería la satisfacción al final de todo y pasados unos quince minutos ella se fue.

Me quedé paralizada intentando despertar de la peor de las pesadillas, pero no pude. Las lágrimas no se hicieron esperar, salí corriendo a casa y no le dirigí la palabra a nadie. Las siguientes diez semanas no fui más que un cuerpo desalmado vagando por ahí. Jessica se había robado mi inocencia, mi alegría, mi dignidad; iba todos los días a mi casa buscando satisfacerse y con ello destruirme aún más. No podía hablarle a nadie, acercarme a nadie ni estar con nadie por miedo a que quisieran enseñarme a ser ‘‘grande’’ al igual que ella.

Mis padres no entendían que me pasaba, mis notas en la escuela habían decaído, ya no salía a jugar, me la pasaba encerrada en mi habitación todo el tiempo y por ello decidieron llevarme a donde un psicoanalista con el que fingí total normalidad. Opté desde ese día por no dejar saber a nadie lo que me ocurría, verían sólo lo que yo les dejara ver aunque eso estuviera totalmente divorciado de la realidad.

Mi vida comenzó a carecer de sentido y estaba tan pendiente de actuar que me olvidaba por completo de sentir, la muralla que había creado ya era demasiado grande, no sabía quién era ni que rumbo tomaba mi vida. Veía los días pasar, a los amigos ir y venir, a las personas envejecer y yo seguía siendo la misma persona desalmada a la que no le importaba nada, así pasaron unos tres años de mi vida.

Fausto (mi psicoanalista) decía que yo estaba bien, sin embargo sentía que algo faltaba, no era posible tanta “estabilidad emocional” sin ningún tipo de reflejo, no era posible que fuera feliz y que mis labios no fueran capaces de esbozar una sonrisa real. Él continuaba escudriñando cada rincón de mi vida esperando encontrar un cabo suelto (y lo hizo). El día en el que mencionó a Jessica no pude evitar que mis manos comenzaran a sudar descontroladamente y que mi rostro se distorsionara un poco. Le expliqué en medio de llantos todo lo ocurrido durante casi cuatro años de mi vida y las consecuencias que esto había tenido en mi y mi desenvolvimiento ante la sociedad.

Él dejó caer dos lágrimas sobre sus apuntes y corrió a abrazarme, me dijo que todo estaría bien y que me ayudaría a superar muchos de mis traumas poco a poco. Iríamos paso a paso venciendo cada uno de los obstáculos y aprendería a lidiar con muchas emociones que no me había permitido experimentar, me recetó unas píldoras y quiso tener una cita distinta.

Citó a mis padres para ponerlos al tanto de mi situación, mi madre casi se infarta al saber todo lo que había sucedido en sus narices por tanto tiempo y no se había percatado. Desde ese día estaban siempre pendientes de mi, a veces me miraban con tristeza porque no pudieron evitar que pasara por todo ese dolor, incluso dudaban muchas veces si acercarse a mi pensando que los rechazaría.

Creía que al contarle todo a Fausto las cosas serían más fáciles, en casa las cosas mejoraron, comencé a avanzar y a vencer obstáculos y mi familia siempre estuvo allí, apoyándome, sin embargo aún en mi mente queda el recuerdo de lo cobarde que fui al no enfrentar mi pasado con anterioridad y a veces las píldoras no son suficientes para borrar todo lo que viví.


viernes, 8 de abril de 2011

Creíste darme amor..

Recuerdo perfectamente aquellos días en los que aún vivíamos juntos. La vida comenzaba a cobrar sentido y el mundo me veía abrir los ojos por fin. Comenzaba a notar que no éramos tan parecidos como yo pensaba, el “héroe” que alguna vez conocí había perdido sus poderes.

Siempre intentaste comprar mi cariño, aunque en realidad no te interesabas en él, sólo buscabas llenar un espacio más de tu vacío corazón, esconder quien en realidad eras. Me saturabas con regalos caros, ropa, flores, dulces, cenas en restaurantes famosos, joyas y más, hasta besos y abrazos en algunas ocasiones muy especiales y poco frecuentes. Sin embargo cuando necesitaba de alguien no podía contar contigo. Si se trataba de asuntos personales jamás aparecías, era como si pudieras oler mis problemas avecinarse y huir antes de que pidiera auxilio. Nunca te percataste de que lo  que quería era un amigo, alguien con quien hablar.  Provocabas mucho ruido en todo tu alrededor sólo para callar el silencio de tu alma. Estabas solo, consumido por tu soledad, por el mismo hecho de no dejarte tocar por el cariño de los demás. Querías controlar todo. 

Hoy quiero comunicarte que a pesar de todo he podido sobrevivir y que gracias a tu lejanía y dejadez aprendí a ser alguien fuerte e independiente, alguien que no requiere de otro para sentirse completo. Por eso, puedo decirte que no te necesito y que en verdad nunca necesité tu "afecto". Creíste estar siempre para mí cuando en realidad sólo estabas para ti mismo. No te lo critico, tampoco reprocho nada, pero no confundamos las cosas, creíste darme “amor” cuando lo único que me diste fue tu limosna.


lunes, 21 de febrero de 2011

Entre risas y copas..

Luego de meses de ausencia lo encontré de  nuevo, sólo se había alejado. Él no era alguien que estuviera más de dos meses en un mismo lugar; Fernando era un hombre reservado, muy exigente y poseía un encanto como el de pocos. Por donde quiera que pasaba  era observado por toda mujer y era capaz de hacer sonreír hasta a la más arisca.

Iba a menudo a mi ciudad porque era el propietario de un renombrado bar ‘‘Rent’’, a mis amigos y a mí nos encantaba ese lugar, por consiguiente lo frecuentábamos bastante. Siempre que íbamos y él se encontraba allá me quedaba como una tonta mirándolo, se sentaba en la barra a admirar lo que había logrado, tomándose su acostumbrado vaso de whisky. En algunas ocasiones cruzábamos miradas y él me dedicaba una sonrisa.

Un día pasaba por allá sola y decidí entrar, pedí un coctel y me senté en la barra. Esa noche había un karaoke y me animé a cantar ‘‘algo más’’ y luego volví a sentarme, allá me esperaba un trago (cortesía de la casa) y minutos después Fernando se acercó. Dijo que le había fascinado como cantaba y comenzamos a hablar. Tenía treinta y dos años, era divorciado y no tenía hijos. Yo por mi parte tenía veintiuno, no me había casado ni tenía planes de hacerlo por un buen tiempo.

Fue una noche increíble, con cada palabra que pronunciaba me sentía más atraída, hablamos de deportes, del clima, del baile, del canto, de nuestras solitarias vidas y de todo lo que se nos pudo ocurrir. Al final de la noche ofreció llevarme a casa y al despedirme tuve que contener mis impulsos de abalanzarme sobre él y besarlo. Soñé con ese beso y aún al recordarlo me estremezco.

Luego de varios días en ascuas nos encontramos de nuevo en Rent, llegué y me hizo subir a su oficina. Nos sentamos con una botella de vino, y la luz tenue de una lámpara alcanzaba a penas para alumbrar nuestros rostros.  Pasamos otra noche maravillosa entre risas y copas y luego de bailar uno de nuestros rocks favoritos, me tomó entre sus brazos y unió sus labios a los míos. Me miró con preocupación y lo abracé haciéndolo entender que había querido que ocurriera tanto como él. Me llevó a casa, me besó y me obsequió un hermoso llavero que aún poseo, luego se marchó.

Al día siguiente fui a darle una sorpresa a Fernando al bar y no estaba. El cantinero luego de mucho suplicar me dijo que se había marchado temprano en la mañana al Líbano porque inauguraría una cadena de hostales y su plan era quedarse por esos rumbos definitivamente.


El mundo que había elaborado en pocos días se rompió en mil pedazos y la percepción de Fernando se hizo añicos, no quería estar en ninguna parte, ni ver a nadie. Me pregunté por qué no me había mencionado nada (aunque era bastante obvio). Era evidente que no estábamos en la misma página, él aún seguía buscando con quien divertirse y seguir jugando, mientras que yo buscaba alguien a quien amar.


No quería pasar por su bar, no aguantaba ver el llavero colgado en casa, ya ni siquiera salía con mis amigos, ni con nadie fue una decepción demasiado grande. Era mi culpa no debí haber pensado que era la única, ni siquiera debí dejarlo acercarse a mí. Y ahora sólo espero que no aparezcan más ‘‘Fernandos’’ en mi vida y que en algún momento llegue el que me convierta realmente en dueña de sus días, para así entre risas y copas volver a amar.


martes, 25 de enero de 2011

Enamorada del amor..

Conocí la luz al final del túnel, el mejor de los momentos, tu eterna compañía me llenaba de vida. El soplo del viento junto al mar me hacía vivir. El amanecer y el ocaso se unían en una solemne canción para alegrarme aún más, la naturaleza parecía estar al pendiente de cada uno de mis pasos y a ti te veía al despertar en mis mañanas y al dormir en las noches, pero ¿quién eras?, realmente nunca apareciste en concreto, solo veía tu silueta. ¿En verdad existía alguien con el cual sentirme complementada y plena? Creo que no, pero aún no estoy segura.

Vivía pensando en dónde te conocería, cuándo y por qué, intentaba visualizar cómo serías, imaginaba un día perfecto junto a ti y debido a ello no disfrutaba al máximo siempre de lo que tenía ante mis ojos, tal vez el ligero grado de esquizofrenia que poseo me ayudaba a escapar al mundo a donde pertenecías con mayor facilidad y ausentarme por periodos indeterminados de tiempo de la realidad. Y luego de pasar varios días excluida del mundo en meditación profunda concluí que simplemente me había enamorado del amor de una forma tan elaborada y fantasiosa que a fin de cuentas no te sé decir si alguna vez exististe o fui yo quien te inventó.