Era un día lluvioso de mayo, de esos
en los que el agua te llega a los tobillos y en los que no deseas nada más que
quedarte bajo tus sábanas. Cuando corría por la universidad para evitar mojarme
más, me tropecé con Manuel, dejando caer los libros que ambos traíamos; nos miramos
con vergüenza y seguimos nuestro camino.
Luego de un rato, me di cuenta de que
por error había tomado uno de sus libros, pero ya no había rastro de él. Por
curiosidad abrí el libro que no tenía título en la portada y encontré una foto
suya, de pelo negro largo, con una barba descuidada, ojos verdes que gritaban
ternura acompañados de una sonrisa paradójicamente inocente, me intrigó.
Hojeé el libro rápidamente y descubrí
que realmente era una especie de diario donde guardaba poesía e historias de
amor, todas a un mismo destinatario “E.P.”. Comencé a devorar con agilidad cada
uno de los versos escritos en esas páginas y al terminarlas sentía una gran
conexión con Manuel (aún cuando no lo conocía en verdad). Sus escritos me
hacían sentir como parte de su historia.
Después de dos semanas intentando
saber quién era “E.P.” (sin éxito alguno) lo volví a ver (a Manuel) y le devolví
el diario; no sé por qué pensé que me saludaría con una sonrisa y estaría feliz
de verme, la verdad se veía muy aliviado por haber recuperado el diario.
Intenté sacarle conversación, sin embargo solo logré incomodarlo y hacer que se
fuera más rápido.
Tenía que saber quién era “E.P”
costara lo que costara, necesitaba ver quién era mi competencia, a quién Manuel
le dedicaba palabras tan hermosas y llenas de amor. Consulté con algunos de sus
amigos y amigas, no existía ninguna chica con esas iniciales. Nada tenía
sentido, tal vez ella no era real o eran las iniciales de un sobrenombre.
Me volví amiga de la hermana menor de
Manuel para continuar mejor con mi búsqueda, ella parecía no saber nada del
diario y sus poemas. Ya estaba decidida a abandonar mi investigación cuando
llegó Edmund Christopher Porter a estudiar a casa de Manuel. De ser esa persona
seca y distante, pasó a ser un saco de nervios con exceso de amabilidad y
pulcritud. No entendía qué rayos había pasado con él, en un segundo cambió
totalmente.
Subieron al cuarto y se encerraron a
estudiar, me intrigaba bastante el comportamiento extraño por la llegada de
Edmund, así que pasada una hora fui a llevarles una merienda que su madre había
preparado. Al abrir la puerta me encontré con una desagradable sorpresa, en ese
instante descubrí quién era “E.P.” al ver como Manuel besaba con exorbitante
pasión a Edmund. Dejé caer el plato en el piso; ambos brincaron del susto,
Manuel corrió hacia mí y me suplicó no le dijera nada a su familia.
Las palabras no salían de mi boca, no
sé si era el shock de verlo con un hombre o el saber definitivamente que yo no
era “E.P.” y que jamás podría serlo. Me fui de su casa y jamás volví a verlo,
ni a él ni a su familia. Ese “amor” que le tenía se apagó en un segundo.
Ahora solo me levanto para continuar rociando
el colchón con ilusiones muertas de sueños que alguna vez existieron junto al
chico que conocí en la plazoleta de la universidad.