martes, 8 de julio de 2014

Delirio de otoño

Una mirada triste congeló mi respirar una mañana de otoño. Mientras las hojas danzaban libres en el viento, ella despedía los recuerdos de un amor marchito. Lucía triste, como si su alma se deslizara en cada lágrima que recorría su rostro; miraba al horizonte como si tuviera nombre y apellido y le susurraba palabras sin sentido. Las nubes cubrieron el cielo por completo  y luego de unas horas de penumbra, pequeños pedazos de cielo comenzaron a caer por todas partes humedeciendo a María, quien permanecía inmóvil en un banco, aún mirando al más allá como quien espera a ser rescatado. Es difícil descifrar qué pasaba por su mente, su cara hablaba de una gran lucha interna y en sus ojos se veía dolor, un dolor como el que pocos conocen, profundo y constante, eterno…


Giró la cabeza hacia un enorme árbol de Tule y caminó hacia allá, se acercó al tronco donde estaban plasmadas las iniciales “M & C”. Quiso recordar tiempos pasados al tocar con delicadeza la corteza del árbol y por ello más pedazos de su alma salieron corriendo hacia el césped en silencio. Agarró fuertemente algo que había caído junto a su alma y dejó salir un largo sollozo acompañado de memorias. Miró fijamente su diminuto frasco de cristal, lo destapó y el aroma a libertad corrió por sus venas, dos píldoras del ayer fueron más que suficientes para despedir su enamoramiento. Su tristeza abandonó el universo al tiempo en que lo hizo su ser…