domingo, 27 de mayo de 2012

Lauriel...

En estos días fui operada y ayer en la noche realmente me sentía muy mal, el malestar era tan grande que no podía conciliar el sueño y me pasé prácticamente una hora completa llorando a causa del dolor. Pues en un intento de hacerme sentir mejor un amigo me escribió esta pequeñita historia, que ahora les quiero compartir.

Érase una vez una sirena que podía hacer de todo. Ella al cantar lo hacía tan bien que las olas guardaban silencio; cuando decidía agradar a sus amigos, hacía unos postres tan sabrosos que los mismos materiales mágicos iban a donde ella sólo para ser parte de sus sabrosas obras maestras. Pero eso no es todo, esa sirena era tan, pero tan hermosa que al nadar el agua se volvía cristalina, ya que el hermano sol y la hermana luna querían que los demás astros la pudiesen contemplar con más claridad. Esa sirenita llamada Lauriel era una inspiración para todos, pero como toda inspiración, trae consigo codicia; un día un cazador de tesoros (el mejor del mundo) decidió ir a buscar lo más valioso que existía y en la noche mientras caminaba, notó que las estrellas se alineaban en el cielo "¿Qué sucede?" dijo él, mientras se deslizaba por una colina para acercarse a la orilla del mar a ver con sus propios ojos algo que no podía creer. Ahí estaba ella... La hermosa sirena guiando a las estrellas nadando sutilmente en el agua.

Al ver esto, el cazador descubrió que el mayor de los tesoros del mundo no se encontraba en un cofre, sino en el centro de todas las miradas, en la bella Lauriel. Esa noche cuando hasta la misma luna dormía, el cazador fue  hacia donde se encontraba la bella sirena disfrazado de estrella, ahí le contó que quedó tan deslumbrado con su belleza que cayó del cielo y no recordaba cómo volver; la bella y cariñosa sirena, preocupada por esta falsa estrella, decidió guiarla hacia la escalera al cielo (aquel lugar donde los seres que dejan este mundo consiguen su pasaje al más allá). Mientras nadaba hacia la estrella falsa, el cazador de dentro de su disfraz lanzó una red hecha de las joyas más preciosas (pensando en que sólo lo bello es capaz de capturar lo bello) y falló en su intento de atraparla, la inocente sirenita pensó que esto era un regalo "¿Por qué lanzas las joyas de esta manera?", a lo que el cazador respondió que intentando dárselas se tropezó y por eso cayó. La sirena decidió entonces guiarlo por tierra mientras ella nadaba cerca de la orilla cantando una bella canción, la más hermosa que haya existido jamás.

Mientras cantaba hasta las olas se calmaron y todos los astros despertaron. el cazador no se había dado cuenta de que todo el cosmos lo observaba, pero al oírla cantar se imaginó qué pasaría con el mundo si su más hermosa criatura dejaba de cantar alegremente, miró al cielo y se dio cuenta de algo que cambiaría su ambición para siempre. Ya no era de noche, con el canto de la sirena el sol había comenzado a irradiar su luz de una forma esplendorosa. Ahí no aguantó más, se quitó el disfraz, de prisa se acercó a la sirena y exclamó "Perdóname por haberte mentido e intentar capturarte, por poco le arrebataba a todos la causa de sus días brillantes que hacen a esta tierra tan hermosa, a tí Lauriel, ni el mismo sol brillaría de esa forma sin ti, no habría cambios de estación". La sirena no entendió del todo el mensaje del cazador debido a su inocencia, le sonrió y empezó a cantar con más entusiasmo que antes haciendo brillar así el lado oscuro del corazón del cazador, convirtiéndolo en una persona totalmente distinta y que jamás volvió a intentar hacer daño a nadie, se convirtió en un buen amigo de Lauriel y fue un hombre justo y honesto por el resto de su vida.

                                                                   FIN


Esta pequeña y fantasiosa historia me la dedicó mi amigo Luis Felipe con planes de hacerme sentir mejor, ¿y saben qué? Lo logró, después de esa historia pude irme a dormir y de hecho soñar con Lauriel. Recordé cómo somos capaces de crear historias a partir de otras con un fin (en este caso hacerme sentir mejor) y de cómo podemos llevar lo ordinario a ser extraordinario. Espero les haya entretenido esta historia, no siempre necesitamos de muchas metáforas o palabras rebuscadas para entretenernos con una lecturita. Que tengan buen resto del día! :)




jueves, 3 de mayo de 2012

Alguien que una vez soñó...


Siempre fui una persona muy alegre, llena de metas y propósitos. A medida que iba pasando el tiempo me comencé a dar cuenta de que éstos cada vez eran menos, probablemente lo más lógico es pensar que era así porque los iba cumpliendo, pero la verdad es que poco a poco había ido perdiendo la capacidad de soñar. Lo único que había conseguido era desgastarme y uno que otro propósito sin mucha relevancia. Todo esto sucedió después de que mi más grande sueño se vio hecho añicos.

Mi sueño tenía nombre: Pedro. Habíamos sido novios durante cinco años. Una relación intachable, llena de amor y de una que otra pelea como es normal. Cinco años maravillosos que pretendíamos convertir en el resto de nuestras vidas. Todo estaba listo, lugar, fecha, invitados, comida. Llegó el día de convertirme en la mujer más feliz del mundo.

Empezó la ceremonia, un coro celestial me llevaba a sentirme aún más alegre, sólo hasta aquel momento… “Pedro, ¿aceptas a Ruth como tu legítima esposa…?” y un silencio sepulcral fue lo que se escuchó, su mirada nerviosa me lo dijo todo y después de ocho segundos eternos, un “no” salió de su boca, provocando un ataque de nervios en nuestros invitados y la huida apresurada de mi alma hacía un lugar desconocido. Luego de esto él salió de la iglesia y jamás volví a saber de él.

A partir de ese momento me quedé vacía, sin sueños ni metas y sin gana alguna de seguir perteneciendo a este universo. Pedro había sido mi vida desde el día en que lo conocí y saber el día de mi boda que para él no era igual, fue un disparo directo al corazón.

Me dedicaba a ir al hospital a invertir mi tiempo como voluntaria; y a escribir de vez en cuando, pero siempre acababa de la misma forma, arrugando el papel y tirándolo a la basura, nada era suficientemente bueno. Uno que otro verso que me hacía terminar envuelta en lágrimas. Después de unas semanas del intento fallido de boda decidí mudarme sola (cosa que aterraba a todos, no sé por qué porque no tengo vena de suicida… en fin), una señora me ayudaba con los quehaceres de la casa los martes y jueves, los miércoles recibía la visita de algún familiar (para mantenerme vigilada) y los viernes como ya había mencionado me iba al hospital como voluntaria. Generalmente me tocaba papeleo, pero de vez en cuando acompañaba hasta la puerta a los pacientes que le daban de alta o los orientaba con respecto a donde debían ir.

Un día, a una de las enfermeras se le ocurrió llevarme al área infantil para leerle cuentos a los pequeños. Allí, tuve que contener mis ganas de llorar al ver todos esos niños luchando por sus vidas. Les leí el cuento de Peter Pan (siempre ha sido mi favorito) y ellos de mil amores escucharon la historia muy atentos. Kevin (niño de seis años con cáncer de pulmón) se me acercó al final, me dio las gracias por todo, sonrió y me abrazó. Esa sonrisa me devolvió la vida. Luego de esto volví a casa y me detuve a pensar en mi vida y en lo poco que había hecho por vivir después de que Pedro se fue, sin embargo esos niños se levantaban a diario tratando de sobrevivir un día más.

No pude esperar al viernes, así que el lunes me dirigí al hospital a ver a los pequeños y a leerles “La caperucita roja”. La cara de Mavel (la enfermera) no me agradó y le pregunté qué pasaba. Me dijo que Kevin no estaba bien, que había tenido una crisis durante el fin de semana y debido a los altos costos del tratamiento no habían podido proceder del todo. Pregunté que si la familia no podía cubrir los gastos y Mavel me contestó que el pequeño era huérfano desde hacía poco tiempo y no parecía tener ningún otro familiar. Mi corazón se contrajo. Me ofrecí a costear todo.

 Operaron a Kevin y lo mantuvieron en observación durante varios días, ya cuando estuvo fuera de cuidados intensivos, me dediqué a visitarlo. El tercer día cuando fui a verlo, él dormía y cuando despertó medio confundido me llamó “mamá”, esto provocó una avalancha de sentimientos que no se hicieron esperar. Inmediatamente salí de la habitación hice todas las averiguaciones para adoptar a Kevin. Gracias a Dios calificaba para la adopción, así que fui hacía él y le propuse ser su “madre postiza” al menos hasta que él quisiera y para mi inmensa alegría contestó que sí, comenzamos el período de prueba esa misma tarde.  Después de ese día pude volver a soñar y esta vez… por dos!