Tras la mezcla de sol, espumantes y un éxtasis faltante,
Amelia decidió volver a casa. Estaba cansada de repetir la misma rutina todos
los días sin encontrar algo diferente, sin ver ningún cambio. Sin embargo, la
tarde del sábado transformó lo anterior con un simple tropiezo que significaría
un giro inmenso en su vida.
Ella podía llegar a ser bastante torpe con su cuerpo, pero
funcionó por primera vez a su favor al chocar con Daniel, el chico educado con el
que toda mujer desea terminar relacionada. Amablemente pidió disculpas, aún sin
ser culpable de lo sucedido, Amelia procedió a hacer lo mismo al tiempo en que
se sonrojaba. Dijo no haberla visto antes por los alrededores. Amelia no era de
mucho salir de casa y Daniel tampoco, sin embargo sus amistades y el renunciar
a lo cotidiano lo llevaron justo ese día a la cafetería donde se encontraron.
´´Train´´ era el nombre, curioso, muy curioso, ya que se convertía en el lugar
donde se transportaban múltiples conversaciones, donde se dejaban las cargas
emocionales, y donde se compraban tickets de esperanza y amor.
Amelia y Daniel quedaron de verse al día siguiente y al ella
ser enferma con la puntualidad, llegó una hora antes. Fue varias veces al
espejo a revisar que todo estuviera en orden, que no hubiera pintalabios en los
dientes y que no estuviera transpirando más de la cuenta. A las tres en punto,
Daniel hizo su entrada por la puerta con una rosa pálida en la mano. A Amelia
no le gustaban las flores, pero apreció el gesto. Hablaron como si se
conocieran de toda la vida, las cosas fluían perfectamente. Tenían sorpresivamente
los mismos gustos y era tan perfecto que les parecía extraño. Continuaron viéndose
por tres semanas y cada vez más deseaban formar parte de la vida del otro. Hasta
que llegó el 17 de mayo, ese fue el segundo día más amargo de la vida de
Amelia.
Daniel, quien se había robado su aliento, sus noches y
sueños, tenía cáncer, intratable, incurable, inevitable, inconcebible para
Amelia, siempre pensó que tanta perfección era imposible, pero jamás imaginó
que su tren ya tenía una última parada. Pasaron las siete semanas más increíbles
de su vida amando sin límites, disfrutando sin pensar en el después, siendo uno
desde el amanecer hasta el ocaso y en la madrugada del 5 de julio Daniel
partió, llevándose consigo memorias irremplazables, un amor puro y un corazón que
jamás lo habría de olvidar…
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