miércoles, 13 de junio de 2018

Fragilidad

Tras la mezcla de sol, espumantes y un éxtasis faltante, Amelia decidió volver a casa. Estaba cansada de repetir la misma rutina todos los días sin encontrar algo diferente, sin ver ningún cambio. Sin embargo, la tarde del sábado transformó lo anterior con un simple tropiezo que significaría un giro inmenso en su vida.

Ella podía llegar a ser bastante torpe con su cuerpo, pero funcionó por primera vez a su favor al chocar con Daniel, el chico educado con el que toda mujer desea terminar relacionada. Amablemente pidió disculpas, aún sin ser culpable de lo sucedido, Amelia procedió a hacer lo mismo al tiempo en que se sonrojaba. Dijo no haberla visto antes por los alrededores. Amelia no era de mucho salir de casa y Daniel tampoco, sin embargo sus amistades y el renunciar a lo cotidiano lo llevaron justo ese día a la cafetería donde se encontraron. ´´Train´´ era el nombre, curioso, muy curioso, ya que se convertía en el lugar donde se transportaban múltiples conversaciones, donde se dejaban las cargas emocionales, y donde se compraban tickets de esperanza y amor.

Amelia y Daniel quedaron de verse al día siguiente y al ella ser enferma con la puntualidad, llegó una hora antes. Fue varias veces al espejo a revisar que todo estuviera en orden, que no hubiera pintalabios en los dientes y que no estuviera transpirando más de la cuenta. A las tres en punto, Daniel hizo su entrada por la puerta con una rosa pálida en la mano. A Amelia no le gustaban las flores, pero apreció el gesto. Hablaron como si se conocieran de toda la vida, las cosas fluían perfectamente. Tenían sorpresivamente los mismos gustos y era tan perfecto que les parecía extraño. Continuaron viéndose por tres semanas y cada vez más deseaban formar parte de la vida del otro. Hasta que llegó el 17 de mayo, ese fue el segundo día más amargo de la vida de Amelia.


Daniel, quien se había robado su aliento, sus noches y sueños, tenía cáncer, intratable, incurable, inevitable, inconcebible para Amelia, siempre pensó que tanta perfección era imposible, pero jamás imaginó que su tren ya tenía una última parada. Pasaron las siete semanas más increíbles de su vida amando sin límites, disfrutando sin pensar en el después, siendo uno desde el amanecer hasta el ocaso y en la madrugada del 5 de julio Daniel partió, llevándose consigo memorias irremplazables, un amor puro y un corazón que jamás lo habría de olvidar…



No hay comentarios:

Publicar un comentario