domingo, 19 de diciembre de 2010

Una gran obra..

El pueblo de Evolet era reconocido por sus abundantes riquezas, fábricas industriales y su alto nivel de educación. No había rangos sociales, todos poseían prácticamente la misma cantidad de bienes, se vivía plácidamente y me atrevo a decir que eran felices en su mayoría. En este pueblo vivían los mellizos Rachelle y Daniel Carpenter que junto a su amigo Tomás  iban haciendo obras de caridad por el pueblo y sus alrededores.

Un día planeando su última obra del año, Rachelle tuvo la grandiosa idea de hacer que cada persona del pueblo  donara un juguete o ropa (nuevo) y el día de navidad juntos lo repartirían al pueblo más pobre. Sería la labor más grande de toda su vida.

Tomás no estuvo de acuerdo con la idea, ya que en el pueblo era costumbre que en navidad todos los Evolenses se regalaran entre sí, al menos una tarjeta y para Tomás eso significaba renunciar a más de un regalo y esa era la época más esperada por él.

Diariamente se reunían cuatro y cinco horas para planearlo todo a la perfección. Rachelle y Daniel buscaban las mejores formas posibles de hacerlo y Tomás la manera de sabotearlo. El día de la repartición de volantes anunciando la obra, Tomás pidió ser el encargado de entregarlos y cuando llegó a un basurero allí aprovechó y los rompió y quemó sin dejar rastro de alguno.

Días después Rachelle y Daniel se preguntaban por qué no veían movimiento alguno respecto  a las donaciones  (Evolet siempre había respondido positivamente a sus peticiones) y tomando un megáfono en medio del parque “Victoria” se anunció su plan y la necesidad de que se corriera la voz. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa que no fueran las donaciones. Lo cual molestó bastante a Tomás al ver que sus intentos de sabotaje habían fallado.

Los regalos se fueron depositando bajo un gran árbol  de navidad en el centro del parque “Victoria” y el día anterior a la entrega ya no cabía un juguete más. Los subieron a cuatro camiones enormes  y nuestros tres amigos partieron pasadas las 2 am hacia un pueblito que estaba a cinco horas de distancia.

Cuando llegaron, las reacciones no se hicieron esperar, todo el pueblo estaba despierto esperándolos, las sonrisas en las caras de los niños eran deslumbrantes y todos corrían hacia los tres angelitos (así los llamaron) a darles las gracias por tan hermoso gesto. Tomás estaba asombrado, feliz, más feliz de lo que había imaginado, más feliz que con cualquier regalo que le hubieran dado.
 Ese día aprendió la importancia de compartir, de ser desprendido, aprendió que con un poco que él y sus amigos dieran podían ayudar a muchos y ese gesto fue un motivo de alegría para más de trescientos niños.

Espero que en esta navidad al igual que en estos pequeños nazca en ti el deseo de ayudar y ser alegría. Felices fiestas.


lunes, 13 de diciembre de 2010

“Mediocres”, pero reales..

Me crié en un mundo donde la perfección era necesaria, no una opción, mucho menos un ideal. Siempre supe que no pertenecía a allí. Me veía forzada a ocultar los errores que cometía para evitar ser una vergüenza.

Si para todos era difícil para mí lo era aún más, ya que me veía obligada a actuar de una forma siendo yo de una totalmente contraria. Conocí a muchos perfectos y un día recorriendo nuevos lugares (cosa prohibida por los mismos) conocí a un exiliado, al cual llamaban “mediocre”. Me contó que por admitir sus equivocaciones lo habían expulsado de ese mundo, simplemente por ser sincero, por demostrar quién era él verdaderamente.

Entendí gracias a él y nuestras conversaciones posteriores que allí nadie era perfecto en verdad, sino que todos sólo pretendían serlo. Era un mundo lleno de falsedades y mentiras, todo por querer verse superiores a otros. Entonces junto al “mediocre” me dirigí a casa, armé mis valijas y vine al mundo de la realidad.


sábado, 11 de diciembre de 2010

Obsesión por mi sangre..

No puedo soportarlo más, debo probar otra vez. Nunca había degustado un sabor tan exquisito. Cada célula de mi ser pide desesperada un poco más. Estoy distraído y no hago otra cosa que pensar en el día en que por accidente probé. Al tocar mis labios sentí  como el mundo relucía de forma más bella, sentí como recorría todo mi cuerpo llenándome de una nueva energía. Deseaba seguir probando, pero sabía que si una gota más tocaba mis papilas gustativas ya no podría detenerme.

Llevo seis días pensando si hacerlo o no y cada vez la tentación es mayor y mi ansiedad me consume más rápidamente. Después de aquel día nada sabe igual, todo ha disminuido su nivel. Hasta el más rico manjar es incomparable.

Ya no aguanto, debo probar aunque sea un sorbo, uno corto. Me morderé suavemente la muñeca izquierda, para no hacer una herida profunda, daré dos buenos tragos y me detendré luego. El primero será delicioso, el segundo aún más y… un tercero no hará daño.

Días más tarde Joey es encontrado muerto en el balcón de su casa, desangrado, pero sin rastro alguno de sangre y con una mordida de algún animal de colmillos muy afilados en la muñeca izquierda.