Me crié en un mundo donde la perfección era necesaria, no una opción, mucho menos un ideal. Siempre supe que no pertenecía a allí. Me veía forzada a ocultar los errores que cometía para evitar ser una vergüenza.
Si para todos era difícil para mí lo era aún más, ya que me veía obligada a actuar de una forma siendo yo de una totalmente contraria. Conocí a muchos perfectos y un día recorriendo nuevos lugares (cosa prohibida por los mismos) conocí a un exiliado, al cual llamaban “mediocre”. Me contó que por admitir sus equivocaciones lo habían expulsado de ese mundo, simplemente por ser sincero, por demostrar quién era él verdaderamente.
Entendí gracias a él y nuestras conversaciones posteriores que allí nadie era perfecto en verdad, sino que todos sólo pretendían serlo. Era un mundo lleno de falsedades y mentiras, todo por querer verse superiores a otros. Entonces junto al “mediocre” me dirigí a casa, armé mis valijas y vine al mundo de la realidad.
+1... Muy interesante, me gusto mucho este, aceptar los errores es parte de la vida, sigue escribiendo Laura !
ResponderEliminarGracias Tomas! :)
ResponderEliminarAunque no logremos la perfección de Cristo estamos llamados a dar todo de nosotros!! con nuestro esfuerzo podemos enseñar que la mediocridad se puede superar si decidimos entregarnos por completo a lo que aspiramos!!
ResponderEliminargracias por compartirme tus escritos! DTB
ATT: ture
Ture muchas gracias por tus palabras, sólo quiero resaltar que en ningun momento hablé de mediocridad en si, sólo dije que en ese mundo llamaban mediocres a los que se atrevían a ser auténticos. :)
ResponderEliminarExcelente!! me gusta mucho!
ResponderEliminarGracias Edgar! :)
ResponderEliminarLo pondré como uno de mis favoritos
ResponderEliminarGracias! :)
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