Toda mi vida la he vivido con miedo, miedo a su desprecio debido a mi pasado, a que me juzgue sin saber cómo ocurrió todo. Me he abstenido de hacer y decir ciertas cosas por esta misma razón. Sé que me quiere y que busca lo mejor para mi, pero mis historias pasadas me viven recordando lo que alguna vez fui y no me permiten expresarme libremente.
En una que otra ocasión le conté algunas anécdotas de mi vida sin relevancia y para mi alegría su reacción fue totalmente contraria a la que esperaba, sin embargo las fuerzas me faltaron para seguir hablándole. Me mostró su lado tierno, me dio confianza y aún así no encontraba la forma de abrirme con él, ya que el temor a perderlo era más grande que cualquier otro sentimiento. Teníamos una gran conexión y una relación envidiable ante la vista de los demás, mas yo no encontraba como salir del cascarón que me envolvía.
Un día se acercó y me dijo que no importaría lo que le dijera a cerca de las cosas pasadas, eso no lo alejaría de mi y al escuchar dichas palabras mi corazón dio un vuelco. ¿A caso sospechaba algo? IMPOSIBLE! Era algo impensable y más aún viniendo de mi, nadie jamás imaginaría algo así de mi.
En verdad me amaba tal cual era o tal cual podía ser, me amaba en esencia. Ese fue el motor para atreverme a hacerlo. Di unos cuantos pasos y lo besé en la frente, le dije que lo amaba y procedí a contarle todo sobre mi y los tormentos que me perseguían. Las lágrimas no faltaron en nuestros semblantes y cuando terminé de hablar él me abrazó, me miró fijamente a los ojos y me dijo que a partir de ese momento me amaba más que nunca, que no se apartaría de mi lado y que sería mi soporte para ser mejor cada día, ahí recordé por qué lo amaba tanto, me miró y me dijo "tranquila, se vale equivocarse" y con un hermoso atardecer dimos inicio al mejor momento de nuestras vidas.