lunes, 4 de octubre de 2010

El tren de dos pasajeros..

Un día saliendo de mi bella casa me encontré con algo nunca antes visto en mi pueblo: ¡con una estación de tren! La noche anterior no estaba allí y no sé como la hicieron tan pronto. Desde que la vi sentí una curiosidad enorme por saber quien la había construido y si ya estaba en funcionamiento. Me acerqué a la puerta y toqué, mas nadie contestó; me di cuenta de que ésta no tenía llave, me aproximé y entré.

Era un lugar precioso, estaba impecable, era un sueño; me senté en uno de los bancos que estaba más cerca de los rieles y contemplé el hermoso panorama y al mismo tiempo deseé con todas mis fuerzas que apareciera un tren, pero fue en vano.

Las siguientes dos semanas me las pasé allí dentro, a veces hasta almorzaba y cenaba ahí esperando a ese tren que nunca aparecía. Hasta que un día por la mañana temprano llegué al lugar, tomé asiento en mi banco predilecto y empecé a degustar unos ricos chocolates; en el momento en el que fui a botar las envolturas, ¡llegó! Estaba allí, reluciente, brillante, sin rastro de polvo o suciedad.

Avancé unos pasos y me di cuenta de que el tren estaba vacío, me detuve enfrente de la cabina y visualicé la silueta de una persona, lo que significaba que había estado equivocada y si había alguien en el maravilloso tren y esta persona era el chofer del mismo, éste se quedó impresionado al verme, traía su uniforme puesto y daba la impresión de que era la última vez que lo usaría.

Le pregunté por qué el tren no había pasado por la estación antes y por qué si era tan temprano parecía como si no fuera a salir jamás, respondió que la estación no estaba completa, que aún faltaba un elemento y que sin él no podrían partir, me dijo que no tenía copiloto y que era imprescindible para viajar.

Yo desde muy pequeña experimenté mucho con trenes porque mi padre cuando era un poco más joven había sido el encargado de reparar los trenes en varias estaciones (en otros pueblos) y yo pues siempre estaba a su lado. Se lo comenté al chofer y le dije que podía ser su copiloto siempre y cuando regresáramos temprano a casa, a lo que él respondió que era imposible porque sus viajes eran distintos.

Aún así, decidí ir con él en busca de aventura. Hice mis maletas, me despedí de mis padres y me subí a la cabina con el chofer, lista para emprender un nuevo rumbo. Arrancamos y desde que perdimos de vista la estación él puso el piloto automático (lo que me sorprendió muchísimo) y me dijo que quería mostrarme lo que sería mi nuevo hogar. Cuando nos adentramos en uno de los vagones me quedé estupefacta, el tren no era para nada común, en vez de asientos tenía camas y hamacas, había pijamas de todos los tamaños y estilos colgadas por todas partes además de velas y lámparas.

Pasamos a conversar y conocernos un poco más, él me contó que el tren había sido su hogar durante varios años y que iba por el mundo recogiendo a pasajeros sin rumbo y dejándolos donde ellos más ansiaban estar, en sus casas. Me encantó su bella descripción sobre el pequeño y mágico tren, pero a pesar de tanta bondad y alegría al hablar de lo que hacía por los demás, se le veía triste, le pregunté el porqué y no me contestó.

Pasó un mes y nos hicimos muy buenos amigos, ayudábamos a todo el que podíamos, no cobrábamos y recuerdo que nunca tuvimos que hacer ninguna parada por falta de combustible, solamente parábamos para dejar a los pasajeros. Así yo era feliz, estando con él y viendo a personas ir y venir.

Un día  me dijo que tenía que decirme algo muy importante en la cabina, fui hasta a él y me pidió que fuera la copiloto oficial de ese tren y me dio un uniforme igual al de él. La idea me emocionó muchísimo, me sentía conectada a él, más feliz que nunca y por primera vez también a él lo veía feliz.

Empezamos a hacer todo juntos y nos olvidamos de que afuera existía un mundo, puesto que estábamos viviendo en el nuestro propio. Todo era espectacular, hasta que un día dejó de haber pasajeros; todos se fueron y nos dejaron solos. Todo empezó a complicarse, estábamos nerviosos y tensos y nuestra felicidad se tornaba en enojo y frustración debido a que desde el sexto mes no aparecían pasajeros y ya estábamos entrando en el séptimo. Nos peleamos y me envió como pasajera a uno de los vagones porque no consideró necesaria  mi estancia en la cabina.

Al octavo mes por fin apareció una pasajera, una jovencita tímida, callada que vivía en mi pueblo desde hacía un par de años, intenté obtener noticias del pueblo y de mis padres, pero ella no mostraba el menor interés en hablar conmigo y sólo lo hacía con el chofer. Hablaban mucho (casi todo el tiempo), él le mostró la cabina del tren y todos sus vagones, tal cual lo hizo conmigo y un día después de dos semanas abordo ella desapareció.

El comportamiento del chofer volvió a su estado anterior, se volvió un amor conmigo y nuestra felicidad retornó, aunque los pasajeros no. Yo seguía haciendo mi rol como pasajera, pero estaba contenta porque toda la atención volvía a ser para mí.

Llegó el décimo mes no éramos tan felices como siempre y lo sentía distante, y con eso me di cuenta de que no era sólo la aventura lo que me atraía, sino que me había enamorado perdidamente del chofer. El hecho de sentirlo lejos me producía escalofríos, de hecho había días en los que veía muy poco a mi amado, pero ¿Dónde se metía? En un tren no hay tantos lugares para esconderse. Él no era la misma persona desde la aparición de aquella joven, nada era igual. Hasta se sentía una energía distinta en el ambiente.

Un día me encontré con un asalta-trenes que bajó hasta mi vagón muy desilusionado de no haber encontrado nada valioso que robar ni a más nadie que a mí en el tren. Entablamos una conversación y nos hicimos amigos (cosa que al chofer no le gustó para nada), pero yo necesitaba a alguien en esos momentos y el chofer nunca estaba, así que el asalta-trenes se volvió mi confidente y mi consejero (que ironía).

El chofer se quejó conmigo porque no le gustaba que estuviera tanto con el asalta-trenes porque ‘‘el no era de fiar’’ y me aguanté las ganas de gritarle que tampoco me parecía de fiar la muchacha de mi pueblo y no le había prohibido nada y a partir de esta diminuta disputa comenzaron a haber más conflictos entre mi chofer y su ex-copiloto (o sea yo).

A finales del décimo mes me sentía horrible, no quería estar ahí, había demasiada distancia entre nosotros y mucha desconfianza, yo no sabía bien que hacer, así que decidí hablar con él y afrontar la situación entre los dos. Y por primera vez en casi once meses el tren se detuvo. Me asusté muchísimo y le pregunté qué había pasado, a lo que él respondió que estaba harto, que ya no era lo mismo, que no se sentía cómodo con mi presencia en el tren. En ese momento sentí como la vida se me iba, mi aventura había llegado a su fin.

Y de repente de sólo Dios sabe donde apareció la joven de mi pueblo con un uniforme  nuevo que tenia la palabra ‘‘copiloto’’ bordada en hilos de oro. Y en ese momento llegaron a mi cabeza muchos recuerdos a la vez. El último vagón del tren desde la ‘‘desaparición’’ de la joven había sido cerrado con llave y sólo él tenía acceso al mencionado vagón y en el tiempo en el que yo estaba con mi amigo el asalta-trenes él se la pasaba con esa muchacha, por eso lo buscaba muchas veces y no lo encontraba.

Cuando le conté todo a mi amigo, me dijo que él la había visto el día en que me conoció en el tren y que se imaginaba que algo así pasaba, pero que no me había contado nada porque él sólo estaba suponiendo y no quería crear un problema si no era cierto. Me sentí traicionada, doblemente traicionada, confundida, pero sobretodo dolida, lo más bello de mi vida había llegado a su fin y todo por mi descuido, por mi falta de atención.

Intenté quedarme en el tren por más tiempo, aunque fuera como una simple pasajera, pero mi ticket ya había expirado y él me dijo que la aventura había terminado para siempre, pero sé que no es así, porque todo lo que vivimos no se puede olvidar de un día para otro, ese amor se vivió de una manera increíblemente mágica, por eso no estoy conforme con su decisión y espero aquí en la estación todos los días, para ver si alguna vez mi amado tren y su bello tripulante vuelven a pasar por aquí. Además también estoy en mi pueblo recordando todos aquellos momentos que vivimos en ese majestuoso e inigualable tren y deseando que regrese, pero esta vez sin la segunda pasajera.


5 comentarios:

  1. sweettiee, ya tu estas escribiendo cosas muy larrgass! y tu sabes q yo no leo mucho! :P
    pero bellloooooo <3

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  2. nena es bueno que te acostumbres a las lecturas largas, te da cultura de lectora y luego se te hara mas facil leer en general. :)

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  3. esta me encantó! muy bonita aunque algo triste.

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  4. gracias! expresa la verdad que les toca a algunos

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  5. me gustó esta narrativa!

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