Una noche fría y oscura paseaban Pierre el zorro y Jean Paul el leopardo por las calles de París, Francia. Estaban hambrientos, tenían frio y el aire que se respiraba era mortecino. Mientras caminaban y hablaban de sus desdichas pasaron por enfrente del Museo más grandioso e imponente del mundo: El Louvre de París.
Enervados por la magnificencia del majestuoso lugar comparado con sus miserables vidas desearon poseer aunque fuera una mísera parte de toda esa riqueza y así nunca más estar hambrientos o tener frio.
Tiritando Pierre le dice a Jean:
-Jean tengo una idea, LA IDEA.
-¿sí? ¿Cuál es? Dijo Jean.
-Mañana en la noche cuando el sol se acueste y el Museo esté cerrado, robaremos la pintura mas famosa del tout el orbe. Combinando mi astucia con tu rapidez.
-La obra de arte más famosa… Ah La Gioconda!
-Exacto!
Pasaron el resto de la noche y parte del día siguiente planeando todo, el robo perfecto: Un robo a velocidad.
Llegada la hora Jean Paul & Pierre traspasaron los muros del museo con facilidad y sigilosamente se acercaron a su objetivo. Maravillados frente a su obra de arte Jean exclamó – Oh lalá Pierre he aquí nuestro futuro. Descubrieron que Facundo el pingüino encargado de vigilar el museo, se encontraba profundamente dormido en su silla, esto facilitó aun más el trabajo.
Sacaron a toda prisa la obra de allí y Facundo ni se percató de lo ocurrido. Fueron a su guarida con la velocidad de un rayo y en menos de lo que canta un gallo ya la pintura estaba en casa de Pierre muy bien escondida.
A la mañana siguiente Alfredo el topo llegó a la hora acostumbrada, muy tranquilo y campante, puesto que no esperaba que al llegar lo sorprenderían con una noticia tan terrible, la Monalisa había desaparecido sin dejar rastro alguno.
El pobre Facundo estaba temblando de miedo porque sabía que lo iban a despedir. Comenzaron la búsqueda a toda prisa, buscaban algún rastro, alguna huella, algo, pero al parecer no había nada.
Alfredo ofreció una recompensa de un millón de euros, por lo que Jean y Pierre decidieron muy astutamente arruinar un poco el marco y llevar solo la pintura, bajo la excusa de haberla encontrado en un puerto.
Alfredo el topo decidió tomar la pintura, re-enmarcarla y dar la recompensa a los ‘‘grandes héroes del Louvre’’. Al fin Jean y Pierre no volvieron a tener ni hambre ni frio jamás.
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