martes, 26 de octubre de 2010

Una muerte inesperada..

Caminaba yo muy contenta por la calle hacia mi casa cuando de repente se me cruzó un ser imponente antes mis ojos, el hombre más galante de este mundo, nada más y nada menos que mi novio Raúl. Se me acercó y me dijo que había querido sorprenderme (así lo hizo) y que me quería invitar a tomar un helado porque en ese día cumplíamos ya seis meses de una hermosa relación y los dos estábamos muy contentos el uno con el otro.

Entramos en la heladería, pedimos nuestros helados y nos apropiamos de una mesa. Me observaba con ojos tiernos y a la vez desconsolados, le pregunté por qué me miraba así y contestó que le dolía no poder mirarme todo el tiempo que quisiera y que lamentaba no estar siempre conmigo. Le dije que no hablara de ese modo, pues gracias a Dios teníamos la oportunidad de vernos todos los días y de disfrutar de la compañía del otro.

A continuación, una lágrima se posó en su ojo y pasó a recorrer su pómulo derecho, muriendo al caer sobre la mesa. De repente Raúl se agarró el pecho con fuerza y puso una cara espantosa, corrí a socorrerlo al tiempo que gritaba para que llamaran a un médico o una ambulancia y en menos de diez minutos ya nos encontrábamos en el hospital, llamé a sus padres y a los míos para que estuvieran al tanto de todo.

El médico pidió que esperara afuera (no sabe lo tortuoso que fue), cuando por fin salió dijo que lo habían estabilizado y que en poco tiempo podría ir a verlo. A los veinte minutos pude entrar a un cuarto a verlo, se veía tan diferente estaba pálido, tenía los labios secos y estaba sin fuerzas. Pero me habló, dijo que necesitaba que yo viera dos cosas, una era un papel medio viejo y arrugado con aspecto de carta y el otro era su historial médico. La carta decía lo siguiente:

"Mi amada Ana, he de confesarte que el tiempo que llevamos juntos ha sido el más feliz de mi vida. Quiero agregar que te amo y que eres la persona más especial, por esto mismo necesito revelarte algo que nadie (a excepción de mi familia) sabe. Tiene que ver con mi salud y para que te enteres de una manera más detallada y profesional ve a la clínica de San José, pide mi historial y sabrás el mal que me aqueja. Pd: te amo con todas mis fuerzas. Siempre tuyo, Raúl."

Debo confesar que esa carta me llenó de intriga y angustia, procedí a buscar lo que me había pedido. Al encontrarlo y comenzar a leerlo sentí como el corazón se me comprimía y como por un segundo dejó de latir. Raúl tenía cáncer de pulmón desde los dieciséis  años, habia sido tratado fuertemente y se había recuperado, hasta que a los dieciocho  años descubrieron que el cáncer le había hecho metástasis y le había llegado al corazón, se le trató y se había controlado hasta este dia. Las dudas, el dolor y las lágrimas se apoderaron de mí, fui hacia él y lo abracé con todo mí ser, era el momento de demostrarle que estaba con él. Al cabo de un rato llegaron sus padres y los dejé a solas por un instante, luego volví porque él quería hablarme.

Me dijo que su motivación para combatir su enfermedad día tras días había sido yo, que por mi daría la vida si era necesario y que por primera vez en cuatro años de tratamiento sentía que se iba, que no tenia fuerzas. Le dije que no pensara de ese modo, le pedí a sus padres que nos dejaran a solas y ellos accedieron. Le hice saber todo lo que él había significado en mi vida y cuanto lo amaba, que mi amor iba ser eterno literalmente, respondió que el suyo por igual sin importar donde estuviera y que me amaba más de lo que yo jamás pudiese imaginar.

Al terminar de pronunciar esas palabras el aire le comenzó a faltar, se puso morado, llamé a la enfermera y al doctor, pero en lo que ellos llegaban Raúl perdió el aliento, se me fue. Ahí murió él en mis brazos, frente a mis ojos haciendo aún más profundo el dolor de mi alma. Ese día fue su muerte física y la mía espiritual y emocional. El se fue llevándose toda la felicidad consigo y sin dejar rastro de ella para mi otra vez…


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